¿Alguna vez han sentido que su corazón late tan rápido que parece que estallara?
Bueno pues los escenarios te hacen sentir exactamente lo mismo. Un segundo antes de subir piensas que morirás, tu corazón late desesperadamente, mucho más rápido de lo que te podías imaginar, temes olvidar lo que debes tocar y has practicado mas de mil veces, te cuesta respirar, te tiemblan las manos (a mi se me ponen muy frías ), sudas, florecen en un segundo los nervios y de un instante a otro te dicen que debes subir, que es tu turno, pasas de la calma aparente al descontrol y miedo total...
Al estar arriba, miras a la gente que se ve tan pequeña y todo se calma, todo es completo silencio por un instante, la paz que se puede sentir es enorme y es ahí cuando te toca jugar bien tu papel, hacer lo que aprendiste, lo que debes tocar o lo que quieres decir o cantar, pero hay que hacerlo sin dudar de nosotros, sin tener miedo a equivocarnos, porque en realidad todo mundo se equivoca en algún momento; hasta el concertista más experimentado. Lo realmente importante es la confianza en nosotros, el sentirse cómodo, asumir el reto y no perder la compostura pase lo que pase.
El estar sobre un escenario es increíble, hay segundos en los que pasan un millón de ideas por tu cabeza, de repente sientes que un segundo es casi una hora, el tiempo se detiene y lo disfrutas porque sientes realmente el contacto y el calor de la gente que te mira y agradeces los aplausos, los gritos, las porras y todo lo demás. Es un momento casi mágico aunque si eres de aquellos que tienen pánico escénico no creo que pienses igual que yo pero debo decir que un segundo antes de pararte en frente en todos aparece ese pánico incontrolable que te invade todo el cuerpo pero depende de nosotros si nos dejamos dominar o somos quien domina la situación.
Si, los escenarios hacen vibrar a la gente y te hacen vibrar por igual.
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